Intercambio en Pensilvania, la historia de Julia

Julia junto a su familia de acogida y compañeros de intercambio en USA.

En el Colegio siempre hemos creído en los beneficios de viajar desde pequeños, empezando con nuestros viajes a Almarza en Infantil. Está claro que vivimos en un mundo cada vez más global, y que la capacidad de entenderse y adaptarse a otras culturas es más importante que nunca. Por ello, poco a poco aumenta la oferta de programas internacionales en el CVE. Uno de ellos es el de intercambio individual de media/larga duración con Lancaster Country Day School, que lleva dos años funcionando. Consiste en un intercambio para dos alumnos de 4º de la ESO con este prestigioso Colegio privado en Lancaster, una ciudad pequeña entre Filadelfia y Baltimore.

Compartimos la experiencia vivida por parte de Julia, una de las alumnas que ha formado parte de este programa:

 

«El 22 de septiembre de 2018 comenzó una de las mejores experiencias de mi vida, los dos meses más emocionantes que he
vivido. Este 22 de septiembre comenzó mi intercambio a Pensilvania, EEUU. Todo empezó con un vuelo de nervios e ilusión. Tanto Pablo, quien sería mi compañero de viaje, como yo, no terminábamos de creer lo que estábamos viviendo: ¡Nos íbamos de intercambio a EEUU!

La llegada fue uno de los momentos más bonitos que recuerdo; ver a Abby, mi compañera de intercambio, saltando y haciendo señas con los brazos en el aeropuerto, y el abrazo que nos dimos por primera vez después de llevar hablando desde el verano. La familia fue dulce y amable, por lo que no tardé en hacerme a ellos; sonrisas, abrazos, risas… la verdad es que se convirtieron en una segunda familia para mí.
El colegio era enorme y, aunque me perdí un par de veces los primeros días, los alumnos eran muy amigables y simpáticos, siempre
estaban dispuestos a guiarnos y ayudarnos. No tardé en hacer amigos, y sentirme como en casa. Además, nos incluyeron en un
grupo de alumnos internacionales de diversas nacionalidades como China, Sudáfrica, Eslovaquia, Alemania…

El día a día en el colegio era muy diferente al que estamos acostumbrados en España; desde el sistema educativo, hasta las libertades en el aula y la actitud de los alumnos durante las clases.
Además, siempre intentaban convertir un día normal en algo especial, celebrando fiestas que nadie conoce u organizando temáticas. Una de las mejores cosas del colegio eran sin duda las asambleas de los recreos, en las que se reunía todo el High School (instituto) y se daban las noticias del colegio y anuncios deportivos, se contaban chistes o se organizaba algún tipo de juego. Eran momentos de unión con nuestros compañeros, de risas y, sobretodo, de aprender un poco más sobre su cultura.
En nuestro primer fin de semana allí, se celebró el Homecoming, un baile en que participaban todos los alumnos del instituto, y donde no solo hice muchos amigos, sino que bailamos, cantamos y reímos. Unas semanas después, hicimos nuestro primer viaje por el país: visitamos Washington.
Pablo, Jaime (una amiga sudafricana) y yo disfrutamos de un día juntos viendo los lugares más emblemáticos de la ciudad: el obelisco, el museo de ciencias naturales, el museo aeroespacial, el monumento a Lincoln… Fue un día inolvidable que coronamos con una cena típica americana.
Con mi familia de acogida recorrí lugares de la costa este como Washington, Gettysburg, Filadelfia, York, Maryland… Vivimos
experiencias únicas juntos, compartimos recuerdos e intereses, y aprendí mucho sobre la historia y cultura de este enorme país.
Visité lugares que nunca imaginé como el Museo de los Espías de Washington, el Museo de Lincoln en Filadelfia, comimos comida etíope en un barrio de artistas de Washington y visité el museo de arte moderno de Baltimore.
Halloween estaba al caer, y pudimos vivirlo en todo su esplendor. Hice calabazas con mi familia, decoramos la casa, hicimos una pequeña fiesta con amigos, vimos películas de terror y dimos caramelos a los niños que con tanta ilusión se acercaban. Sobre esas fechas realizamos también algunas excursiones con el grupo internacional del colegio; visitamos un pueblo Amish que fue muy interesante, y pudimos ver un emocionante partido de la NBA, muy diferente a cualquier partido de fútbol o baloncesto que haya visto antes.
Ya en noviembre el colegio organizó un viaje a Nueva York para todos los alumnos internacionales. Disfrutamos de las vistas desde el Rockefeller Center, visitamos los NBC Studios, caminamos por las calles, reímos en el musical de Mean Girls, patinamos sobre hielo en la Rockefeller Plaza y vimos Times Square de noche.
Nuestro último día en el colegio fue triste, pero bonito también. Los miles de abrazos y las lágrimas al subirme al autobús por última vez me hicieron darme cuenta de lo mucho que esos dos meses habían sido para mí, y para mis amigos. Regalos, sonrisas y las promesas de vernos de nuevo protagonizaron ese día de noviembre. Recuerdo con cariño los últimos abrazos que todos mis amigos me dieron, bajo las palabras de “no es un adiós, sino un hasta luego” y las lágrimas en sus rostros y en el mío.
La última semana celebramos acción de gracias, una fiesta tradicional en la que no es lo más importante ni el pavo, ni la comida, ni las celebraciones, sino la familia. Y a mí, me hicieron sentir, parte de esa familia también; de esa familia de la que me despediría con una gran sonrisa que reflejaba la tristeza por dejarlos, pero la gran alegría de haberles conocido.
En el avión de regreso pensé en todo lo que había vivido, aprendido y reído en estos dos meses. En todo lo que he madurado, y en lo que sin duda será una experiencia inolvidable.
Puedo decir, sin temor a arrepentirme, que repetiría esta experiencia una y mil veces. Si estás dudando en participar en algo parecido por dudas, lánzate a la piscina, vuela, porque puedo garantizar que no te arrepentirás».
“Un viaje se vive 3 veces; cuando lo soñamos, cuando lo vivimos y cuando lo recordamos”

 

Julia Baeza Alberruche