Nada más ver el monasterio, todos supimos que, fuera cual fuera la idea que teníamos de un monasterio y de las monjas, estábamos completamente equivocados. Al contrario de lo que teníamos en nuestra mente, nos encontrábamos frente a un edificio agradable, construido en piedra y rodeado por la naturaleza. Las monjas, eran chicas jóvenes, sonrientes, joviales y divertidas.
Esa noche, nada más llegar, tuvimos una pequeña tertulia con dos de las monjas acerca de lo que queríamos sacar de la experiencia, e hicimos un pequeño debate divididos en dos grupos, trabajando temas como la libertad o la vida. Después, fuimos a cenar. Cerca de las 22:00 comenzamos con la llamada “Hora Santa”, una pequeña ceremonia con la Exposición del Santísimo, en la que todos juntos cantamos, rezamos y reflexionamos.
Al día siguiente, nada más levantarnos, acudimos a la misa matinal con las Hermanas. Después del desayuno, una de ellas nos habló de los “Países Lejanos”, los modos en los que nosotros tratamos de dar la espalda a la realidad o las situaciones que, sin quererlo, nos hacen perder el rastro de nosotros mismos. Se nos dio media hora de reflexión para pensar en una serie de preguntas acerca del sentido de la vida y de intentar darles, difícilmente, una respuesta. Más tarde, divididos en tres grupos, pasamos la mañana con una serie de talleres lúdicos enfocados a tres esos “Países Lejanos” que acabábamos de conocer: Laberinto, Fiesta y Yo. Todos ellos fueron muy interesantes y nos enseñaron cosas que de ninguna otra manera hubiésemos podido aprender: En el “Laberinto” se nos enseñó cómo hay momentos en la vida en los que uno pierde de vista el camino y no sabe cómo seguir: En esos momentos, siempre habrá alguien que nos pueda guiar y ayudar. En “Fiesta” pudimos ver la manera en que el ruido de nuestro día a día, de nuestras prisas, no nos deja escuchar a los demás ni a nosotros mismos. Por último, al enfrentarnos con “Yo” descubrimos cómo somos nosotros mismos los que limitamos nuestros sueños, alegrías, amigos, familia, personas que queremos y a quien queremos por medio de nuestros miedos, nuestros límites, lo que nos duele…En nosotros está el problema y en nosotros, la solución.
Tras convivir casi un día entero con las monjas, hablando con ellas, viendo lo felices que están en el monasterio, todos nosotros estábamos deseando poder escuchar sus testimonios; así, por la tarde, después de un tiempo libre, tuvimos un tiempo de tertulia con ellas, en el que pudimos hacerles preguntas y escuchar sus historias y las razones que las habían llevado a pasar a vivir de una manera completamente distinta a la nuestra.
Fue una experiencia muy gratificante, un momento de calma en el que pudimos conocer cosas acerca de Dios y de nosotros. En el momento de partida, cada uno estaba pensando en cómo y cuándo podríamos volver a ese pequeño rincón en la montaña rodeado de naturaleza y en el que se respiraba tranquilidad, amor y paz.
Elena Monge Hermida
Alumna 1º Bachillerato